El mejor amigo que un hombre tiene en el mundo puede volverse contra él y convertirse en su más fiero enemigo.El hijo o la hija que ha criado con tanto esmero y amor pueden resultar desagradecidos.Aquellos que se encuentran más cerca de nosotros y que nos son más queridos, aquellos a quienes confiamos un día nuestra felicidad y nuestro buen nombre pueden convertirse en traidores a la fe en ellos depositada.
El dinero que un hombre posee puede perderlo; se le escapa,quizá cuando más lo necesita. La reputación de un hombre puede venirse abajo con una acción poco meditada.Las personas dispuestas a arrodillarse ante nosotros cuando tenemos éxito pueden ser las primeras en lanzar la piedra de la malicia cuando el fracaso cierne su nube sobre nuestra cabeza.
El único amigo carente de egoísmo de que dispone el hombre en este mundo egoísta, el único que nunca lo abandona, el único que nunca resulta ser desagradecido ni falso, señores, es su perro.El perro de un hombre permanecerá a su lado en la prosperidad y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad.
Él dormirá en el frío suelo, donde soplan los vientos gélidos y la nieve azota con fuerza, solo por estar al lado de su amo.Él besará la mano que no le ofrece comida alguna; lamerá las heridas y las llagas que le produce el roce con la dureza del mundo, y guardará el sueño de su amo cual si fuera un príncipe.
Cuando todos los demás amigos se van, él permanece; cuando las riquezas emprenden el vuelo y la reputación se parte en mil añicos, él es tan constante en su amor como el propio sol en su eterno viaje por el firmamento.Si el cruel destino convirtiese a su amo en un apestado del mundo sin amigos, sin hogar y sin dinero, el fiel perro no pediría mayor privilegio que el de acompañarle, poder guardarle frente al peligro y luchar contra sus enemigos.
Y cuando la última escena sobrevenga, y la muerte se lleve a su amo e introduzcan su cuerpo inerte en la fría tierra, todos los demás amigos seguirán sin duda su camino, pero allí, junto a la tumba, permanecerá siempre vigilante el noble perro, con la cabeza entre las patas y los ojos tristes pero abiertos, en alerta espera, fiel incluso hasta en la misma muerte.